Tenía cuatro meses caminando por las calles de Chacao (Caracas, Venezuela) sintiendo que me hablaban. Al principio pensé que era una especie de juego al cual no pertenecía, que era algo personal entre dos y que yo sobraba, cuando volteaba me daba pena, era como si estaba viendo algo que no debía. Hasta que un día me hablaba en otra urbanización, en otras calles. Su mensaje me hacia pensar, me hacia dudar, me sentía identificada algunas veces y aun cuando no estaba de acuerdo con lo que decía, lo extrañaba cuando no lo veía y me di cuenta que no era algo privado, era algo para mí, para todos… público.
Cambié de ruta buscando evadirlo, pero ahí estaba y era algo tan simple como una calcomanía amarilla, siempre con la misma letra y con la misma misión (asumo yo) hacerme pensar mientras caminaba. Me produjo mucha curiosidad saber quién era el autor, por qué expresarse por medio de una vía tan etérea y con mensajes tan subliminales ¿Quién era el que me invitaba a curiosear?
Por una época pasé semanas sin escucharlo (leerlo), la verdad pasé semanas sin caminar por ahí. Hasta que un día me llamó la atención un mensaje acusador medio escondido: “Por ti estamos como estamos”, no fue la denuncia de la frase lo que me cautivó sino el correo que tenía copiado al lado. Esa misma noche le escribí.
Hasta que por fin este hombre (siempre imaginé que era un hombre) decidió recibir feedback. Llegamos a intercambiar 3 ó 4 mails antes de conocernos. Aquél día salí del trabajo entre arrepentida de haber aceptado ese café y emocionada por acabar con el misterio.
A las 7.33pm de un jueves decembrino estaba sentada en una de las calles donde meses atrás había sentido que unos mensajes me susurraban, esperando saber lo que este hombre de 32 años, delgado y con lentes (así se describió) tenía que decirme.
Lilibeth
Lic. Comunicación Social
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Las críticas constructivas siempre son bien recibidas. Adelante.