30.5.11

La omisión premiada de Juan Pablo Segundo


Aprovechando que estamos en el mes del trabajo, decidí comentar sobre una persona a la que la Iglesia Católica ha glorificado, a pesar de haber hecho una terrible labor durante su oficio: Juan Pablo Segundo.
Mucha gente siguió a través de los medios el acto de beatificación del predecesor del Papa Benedicto XVI. La Iglesia Católica ha comenzado el camino que llevará al rango de “Santo” a Karol Józef Wojtyła, mejor conocido como el Papa Juan Pablo II (JP2). Pero analicemos un poco la obra de Wojtyła:
Nacido el 18 de mayo de 1920, fue el Vicario de Cristo desde el 16 de octubre de 1978 hasta el día de su muerte, el 2 de abril de 2005. Fungió como cabeza de la Iglesia Católica por 26 años. Ahora bien, uno esperaría que el líder de una organización se encargara de hacer que las cosas funcionen bien en la misma y que, de saber que uno de sus trabajadores, empleados o miembros, está cometiendo graves errores que, no sólo minarán la confianza de sus seguidores sino que, constituye una contradicción diametralmente opuesta a los ideales, valores y principios de la institución, lo minimo que el dirigente haga es, pedirle la renuncia.
Pero durante la batuta de JP2 se cometieron miles de casos de pedofilia, curas que violentaron su voto de castidad y tuvieron familia, casos de lavado cerebral a niños y jóvenes para inducirlos a pertenecer a sectas católicas, la lista de terribles eventos que se suscitaron bajo la mirada cómplice y silente de Wojtyła es larga y hasta morbosa en algunos casos.
Por nombrar un solo ejemplo, tomemos el caso de su gran amigo Marcial Maciel, fundador de “La Legión de Cristo”, quien luego de su muerte el 30 de enero de 2008 fue encontrado culpable de abusos sexuales a niños y de haber plagiado el libro que usó como uno de los textos principales de su secta. También fue acusado de sobornos a personas altamente influyentes dentro de la Iglesia, abuso de drogas y hasta de la muerte de su tío abuelo, el santo mexicano Rafael Guízar Valencia. Incluso en 2010, el Vaticano lo consideró inmoral y culpable de crímenes reales. Este individuo era gran amigo de JP2 a quien acompañó en sus visitas a México y fue éste Papa quien apoyó firme y personalmente a Maciel y su movimiento, que ha sido también acusado de usar técnicas de manipulación y lavado cerebral en sus seguidores más cercanos.
Este es uno de muchos ejemplos por los que es un acto hipócrita y terrible la beatificación de un hombre que con su silencio, permitió miles de actos terribles en nombre de la Iglesia. Según la Iglesia Católica uno puede pecar por palabra, obra, pensamiento u omisión, aun así, la administración del Vaticano bajo la guía de Benedicto XVI (quién fue el que acusó y castigó a Maciel), parece darle una palmadita en el hombro a Wojtyła diciéndole “Buen Trabajo”.


Luis Grande
Periodista – Videógrafo – Cineasta
www.kulashaked.blogspot.com

26.5.11

Trabajo no puede ser igual a salario


Es muy frecuente encontrarse con la idea de trabajar para ganar dinero. Es totalmente cierto que cada día decidimos comprar auto, tener seguro médico (porque quizá en el empleo donde estamos no lo pagan), salir al cine o al teatro (que las entradas no bajan de Bs. 140, en Caracas, Venezuela) o invitar a salir a esa mujer espectacular (contando el taxi ida vuelta, la comida, el postre y bueno quizá una habitación para estar más cerca (eso no baja de Bs. 500 en mi país). Después de este conteo, creo que es necesario trabajar para ganar dinero. Cuando el salario mínimo mensual no supera los Bs. 1600.
Pero en qué podríamos trabajar dejando a un lado la idea de sentirnos explotados por nuestros jefes, que en muchos de los casos lo que hicieron fue poner capital y en vez de montar una zapatería decidieron invertir su dinero en una empresa de servicio. Es decir, usted estudió cinco años de carrera para que su jefe, que sólo sabe encender la computadora le diga medianamente qué hacer por muy poco dinero. Pero qué le vamos a hacer, el miedo a emprender un negocio propio nos aterra y no podemos sino callar y trabajar demasiado porque nos tocó. En muchos casos nos sentimos agradecidos de tener empleo y vemos de reojo a esos que trabajan por su cuenta freelance, que no tienen ese quince y último. Otros se aferran a los beneficios que tienen en la empresa y ahí se quedan.
No me considero enemiga de trabajar en una empresa, el problema radica en que hay muchas cosas que hacemos sin remuneración económica que nos hacen mejor cada día y de verdad disfrutamos. Quizá eso que tanto amamos hacer no es bien remunerado y caemos en trabajar en algo que no nos gusta y lo hacemos mal. En Venezuela, lamentablemente es muy común ver a los empleados de atención al cliente tratando a las patadas a quienes vamos a solicitar alguna información, eso pasa en la empresa privada. Y si pasamos al otro lado, vemos a los empleados públicos tratándonos muy mal porque se sienten muy seguros de sus puestos de trabajo y no tienen temor de salir en alguna reducción de personal en la empresa.
 Pero hay otro elemento importante al momento de hablar de trabajo. Los gerentes y dueños de organizaciones deben dejar de lado el concepto de “empleado” y de “máquina”, eso ya no existe. Las empresas deben darle oportunidad al capital humano, a esa idea de que nuestros trabajadores son los activos intangibles de nuestra empresa. Que sin ellos no podemos crecer ni realizar todas las tareas. He visto organizaciones que tienen seis puestos de trabajo y en un año, por despido o renuncia, han salido aproximadamente doce personas. Algo pasa en la gerencia. El problema es que creemos que con cambiar el personal completo y empezar desde cero todo cambiará. Falso, siempre se te irá tu equipo descontento, y serás una empresa trampolín.
Si crees que puedes con el miedo de emprender tu negocio propio con la carrera que hiciste en la universidad  o con los conocimientos que tienes de alguna profesión, independízate. Y recuerda que deberás crecer y necesitarás ver atrás cuando fuiste empleado. Trata de no cometer los mismos errores. Y si por el contrario estás satisfecho con tu actual trabajo, busca avanzar y ascender de cargo. No te sientas confiado o conforme.
Está en tus manos emprender una nueva actitud para tomar decisiones. El trabajo es necesario para estar cómodo. Disfrutemos lo que hacemos. 

Gilmar Bastardo
Periodismo - Teatro - Publicidad
gilmar1600@gmail.com / @gilmarbastardo

19.5.11

"Acá todo queda enterrado"


Cuando mi compañera le preguntó a Margarita dónde podía tirar la colilla de su cigarrillo, Margarita le respondió “Ahí nomás [señalando el suelo barroso]. Acá todo queda enterrado”, sin siquiera suponer que lo que había dicho quedaría resonando en mi cabeza desde entonces.
Estábamos con un grupo de voluntarios construyendo una pequeña casa de emergencia para su hija y marido, Griselda y Roberto, y sus seis hijos, quienes viven en condiciones de absoluta precariedad en un barrio de Quilmes, en “casas” de chapa, sin agua, sin baños y sin piso más que el suelo de tierra que aquél día era barro puro mezclado con piedras, excremento, basura y cualquier otra cosa que la tierra y la lluvia habían dejado soterradas. Los chicos del barrio corrían y jugaban descalzos mientras yo procuraba que el barro no me manche las medias. Fueron dos días de intenso trabajo que coincidió con el feriado del día del trabajador.
Sin intención, Margarita, quien había llegado hace más de cuarenta años desde el Chaco con la esperanza de tener una vida mejor en Buenos Aires, había expresado tan concisamente por qué ella y su familia vivían en aquellas lúgubres y tristes condiciones. No sólo fue esa colilla lo que quedaría allí hundido; la tierra se había tragado además las oportunidades de Margarita, la oportunidad de acceder a una vivienda sin goteras, a una vida menos sufrida, a una educación para sus hijos, o a lo que para mí es tan cotidiano como un baño caliente. En fin, la oportunidad de elegir había quedado hace tiempo enterrada.
Esos dos días cavando pozos, transportando maderas y clavando paredes, con frío y bajo la lluvia, me gritaron a toda voz que no me acostumbre, sino más bien que me irrite y arda cada vez que sea testigo.
Margarita no eligió eso para ella y su familia, sino que padece de aquella enfermedad colectiva llamada pobreza y de la prisión de la desigualdad social que nuestros ojos se han malacostumbrado a ver.
A Margarita y a mí nos había unido una palabra: libertad. Yo tenía la libertad de elegir si aquél fin de semana me quedaría estudiando, durmiendo, paseando o construyendo casas junto a otros voluntarios; su falta de libertad la condenaba a levantarse como cada día y con la misma cantidad de opciones que un preso en su celda o un siervo frente a su patrón. 



Victoria O’Shee
Lic. Relaciones Internacionales

16.5.11

Osama y el oficio del terror

Después de 10 años jugando al escondite, Osama Bin Laden pierde luego de que una operación militar de los Estados Unidos lo dejara sin vida en su escondite. Esta noticia ha ocasionado cientos de comentarios, opiniones y reacciones en todo el mundo. Algunos celebran la muerte del líder de la organización terrorista Al Qaeda, otros tiemblan imaginando cual será la represalia del sucesor del dirigente Talibán, algunos critican a Estados Unidos de matarlo cuando estaba desarmado y muchos, se entregan a las delirantes teorías conspiratorias sobre si realmente murió o si esto no es más que una gran mentira para subirla disminuida popularidad del presidente Barak Obama y Osama está encerrado en una prisión secreta o tomando piñas coladas en algún lugar del caribe.
Voy a obviar lo de las teorías conspirativas no sólo porque no entiendo la necesidad de inventarnos una realidad más complicada que la que ya tenemos (¿quizás el querer vivir en una emocionante película de Hollywood?) sino porque los que realmente creen en estas versiones, son lo suficientemente fanáticos como para ser convencidos de lo contrario. Más bien comentaré sobre aquellos individuos que expresaron que no había nada que celebrar y que sentían incluso pena por la muerte de un ser humano.
Primeramente comenzaré diciendo que estoy en contra de la pena de muerte y que creo que la muerte de un ser humano es un asunto delicado y que ante un criminal o alguien que merezca un castigo, considero que es más aleccionador mantenerlo encerrado con vida que acabar con su existencia (ya que no sabemos si existe un infierno o un más allá en el que pague sus actos). Dicho y aclarado este punto, por otro lado, no hay manera de que pueda entender como alguien puede entristecerse por la muerte de un individuo como Osama Bin Laden.
¿Que la gente no tiene nada que celebrar? Acaso cuando Hitler se suicidó, ¿los judíos no tenían razón de alegrarse y celebrar? ¿Que este tipo era un ser humano y su muerte es lamentable? ¿Alguien se acuerda del oficio de Osama Bin Laden? Este tipo era un líder terrorista, con entrenamiento de la CIA, involucrado en la caída de las Torres Gemelas, las bombas en Londres y Madrid, decenas de explosiones de Embajadas, tortura y ejecución de soldados y periodistas grabados en video, asesinato y mutilación de otros musulmanes que no apoyaban la secta radical del Talibán, etc. Pero ahora resulta que como fueron los yanquis los que lo mataron, ¿el tipo era un santo y nadie puede sentir alivio de que su amenaza sobre la población mundial haya desaparecido?
El que los Estados Unidos sea culpable o no de guerras absurdas como la de Irak y Afganistán, que su práctica imperialista sea desastrosa para las demás naciones, sobre todo las tercer mundistas, que sea contradictorio que luego de que le dieran un premio Nobel de la Paz a Obama, el continúe con la guerra y haya dirigido un operativo para matar a Osama, nada de esto anula el hecho de que este tipo era un asesino y un terrorista.
Es una lástima que no lo hayan arrestado y encerrado para siempre en una celda, pero quizás era lo suficientemente peligroso como para que el riesgo de no matarlo ameritara su asesinato. Lo cierto del caso es que, yo si me alegro de un asesino menos en el mundo, aunque ¿quién sabe? Tal vez la teoría de que no está muerto sino encerrado en una prisión secreta sea cierta y ahí le estén dando su merecido castigo.

Luis Grande
Periodista – Videógrafo – Cineasta

5.5.11

Ciclo Laboral

Suena la alarma, son las 4:50 am. Un nuevo día comienza. Es muy temprano, pero el agitado mundo exterior, tímidamente, emite sus sonidos particulares. Enciende la luz del baño y observa su rostro. La barba de tres días y las ojeras pronunciadas. Mientras se asea piensa en mil cosas: el trabajo pendiente y tantas situaciones sin resolver. Sale del baño, enciende un cigarro y va por la limpia. Son las 5:30 am. Los ruidos han aumentado. Escucha las voces de la gente que baja el cerro rumbo al trabajo. Se viste de negro y bota la colilla del cigarro.
Coge su morral y sale de casa. Son las 5:50 am, los primeros rayos del sol le golpean la cara. Junto a él, bajan miles de desconocidos, nadie le habla a nadie. Mientras camina enciende otro cigarrillo. Un vagabundo que vive entre perros y gusanos le pide algo de dinero, él lo ignora. El señor de la calle le canta unas cuantas palabras de agradecimiento. Son las 6:00 am.
Espera, eternamente, la llegada de la camioneta, 15 minutos de soledad acompañada. La furgoneta pública, por fin, llega. El humo tóxico que emana rompe el silencio del pequeño grupo de recibimiento. Entre empujones y mordiscos, logra montarse en el transporte. El calor humano lo conmueve, el ambiente de comunión que envuelve la unidad, es sublime. Recuerda cuanto quiso a su perro. Son las 6:30 am.
El calor comienza a sofocarlo, con unas ganas terribles de fumar, siente el pasar lento de las horas. Sus compañeros de viaje -que van en aumento exponencial- se desesperan ante la lentitud y amabilidad del conductor. En forma grupal o individual le agradecen lo placentero del viaje. Son las 7:20 am, todavía queda un corto camino para llegar. Saluda al vendedor de periódicos y compra el ejemplar del día. Sin poder fumar, entra por la entrada principal del edificio.
Una sala llena de espejos lo recibe, escucha un murmullo ininteligible y responde con un movimiento sutil de la mano izquierda. Con otros sube por el ascensor hasta la parte más alta del lugar, nadie se escucha en ese rectángulo, todos en su mundo, encerrados. Llega a su cabina, son las 7:30 am y enciende su PC. Se levanta y va por un café, y se detiene en la ventana del 11vo piso y no observa nada.
Esa operación, levantarse para tomarse una taza de café y mirar por la ventana, la intercala varias veces con la tortura de sentarse en su celda y confinarse a la pantalla del monitor. Las horas pasan volando, son las 12 del medio día y consume algunos alimentos. Estando con otros, está acompañado por su soledad. Las horas siguen pasando con ligereza. Son las 5:00 pm. Termina su jornada laboral, sin nada extraordinario. Emprende el regreso. El mismo acto religioso de la mañana, pero con signo contrario.
Son las 7:20 pm. Llega a su casa, se quita la ropa y la deposita en la ropa sucia. La de mañana la selecciona y se lanza a la cama, cenando las grietas del techo a la espera que los ojos se cierren. Las horas pasan. Las mismas preguntas de la mañana se repiten, mientras el sueño gana terreno. Termina otro día, son las 9:50 pm.
Suena la alarma, son las 4:50 am. Un nuevo día comienza. Es muy temprano, pero...      
 
Federico Zaá
Periodista 

1.5.11

¡Feliz día de la Crisis!

EDITORIAL #6 - MAY 2011

Este mes, en Las Loterías de Babilonia, se lo queremos dedicar al trabajo. En todos sus aspectos. El trabajo de oficina o freelance, el trabajo que te gusta, el trabajo que odias, el primer trabajo que tuviste, el que te gustaría tener, el trabajo fraudulento, el trabajo que pasaste para conseguir el trabajo que tienes o el trabajo que te está costando conseguir trabajo.
Para empezar a entrar en tema, tengo una proposición: conseguir un día para celebrar el Día de la Crisis. Sí, porque así como hoy felicitamos a todos esos hombres y mujeres que se levantan de lunes a viernes (y sábados y domingos) para hacer patria; también estamos los otros, el lado oscuro de la luna: los desocupados.
Aquellos jóvenes entusiastas que, durante cinco años (o más, o menos), se quemaron las pestañas entre libros, soportaron profesores negligentes, lidiaron con los vaivenes de la post-adolescencia y dieron lo mejor de sí para salir exitosos o, al menos, bien parados de eso que llaman Universidad. Todo para que, al final de aquel camino, con altas y bajas, no quedara más que el estruendoso golpe de la realidad: esto es la selva y estamos en tiempos de crisis. Por lo que no todos trabajarán en la carrera cuyo gran título cuelga en la biblioteca de la casa y, algunos, más desafortunados, quizá ni trabajen.
Sí, “son tiempos difíciles” y esto lo venimos escuchando desde la infancia. Sin embargo, hoy lo vivimos, lo decimos en voz alta y nadamos en esa corriente.
“Trabajar cuesta mucho trabajo” canta la Mala Rodríguez. Y ella lo debe saber bien pues viene de España, en donde el desempleo alcanzó un 2%, según decían los noticiarios el otro día. Así, esta minoría va ganando cada vez más adeptos [forzosos] y se va perfilando más posible darle finalmente cabida a los “tiempos difíciles” en nuestro calendario de feriados y celebrar con un gran brindis el Día de la Crisis.
¡Feliz día a todos! En serio, a todos.

Adriana