30.3.11

Carta de amor

Te conocí hace 7 años.
            Había terminado mis estudios en Madrid y quería conocer el mundo, me subí entonces a este avión rumbo a Lima, Perú, sin imaginar que me iba a enamorar de ti.
            Me sorprendiste: cantabas, bailabas, reías, nunca descansabas. Hablabas idiomas cuya existencia desconocía. Estos idiomas te ayudaban a recordar de dónde venías, tu pasado.
Nos conocimos en el Perú y nos fuimos a Argentina juntos unos días donde empezó el romance. Meses después, en República Dominicana nos volvimos a ver para conocernos más y prolongar nuestras aventuras. Seguí aprendiendo de ti y de tus encantos.
Nos despedimos como uno se despide de su amor de verano, convencidos tanto de la sinceridad de nuestros sentimientos como de la imposibilidad de seguir esta aventura sentimental. Regresaba a Francia, mi país, para trabajar y ganar experiencia laboral.
Lejos de ti no dejaba de pensar en ti, en cuanto te echaba de menos. Dos años sin verte me parecieron eternos.
Celebramos nuestro reencuentro en México y me convencí aun más de lo que sentía por ti. Esto no era simplemente aquel amor de verano.
Decidí ir a Venezuela para vivir contigo. Me llenaste de felicidad, me enseñaste a bailar y a vivir a lo caribeño. Pero, un año después, nos tuvimos que separar. Tu situación en Venezuela era difícil y no alentaba a construir algún futuro. Seguíamos prisioneros de la inestabilidad. Sabía también que si me quedaba contigo sería para siempre, no habría marcha atrás. Te abandoné por miedo de enamorarme definitivamente. En ese momento la razón le ganó al corazón y te tuve que dejar.
Por miedoso o por tonto, regresé, entonces, a Madrid en busca de mi primer amor, un amor con más seguridad sentimental y económica, lejos de la incertidumbre de la relación que tenía contigo. Pensé que me quedaría en Madrid por siempre. ¿Pero cómo olvidarte? Por las calles de Madrid te recordaba en aquel bar argentino o aquel restaurante peruano, reconocía tus acentos y tu sabor. A pesar de la distancia tu recuerdo seguía más vivo que nunca.
Decidí volver a verte en enero del 2009 “solo por unas semanas” en Argentina y en Chile. Vine para ver cómo estabas, para decirte adiós. Quedaríamos como amigos y nos distanciaríamos tanto física como sentimentalmente para siempre. La razón seguía guiando mis planes.
No obstante, al pisar estas tierras, al volver a sentirte y a compartir emociones contigo decidí quedarme. Ya no quería que fueras parte de mi pasado, quería imaginar mi futuro contigo. Hoy, 2 años después no te quiero dejar jamás y mi decisión es definitiva. Dejé de lado la cobardía sentimental de la juventud y te entrego mi corazón.
Me enseñaste tantas cosas, hice tantos viajes gracias a ti, conocí tanta gente a tu lado. Todo lo que descubro a tu lado tiene un sabor especial, todo lo haces bonito.
No eres fácil de entender a veces y todavía eres joven e imprevisible. Los problemas políticos que a veces sufres no cambian ni tu corazón ni tu identidad.
Eres el resultado de un gran mestizaje, eres el futuro del planeta.
América Latina, te amo con todo mi corazón y te deseo otros 200 años de vida sana y de independencia.
Cariñosamente,

Thomas D.

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